En Alcázar de San Juan a 31 de Mayo de 2015
Estimado amigo/a:
Si estás leyendo esto será porque no puedo contártelo en persona ya que me habré mudado, cambiado de colegio o que alguna de mis travesuras la he pagado cara. Sepa usted que yo soy Juan Ramón de los Santos, aunque siempre me han llamado Juanra. Te escribo para contarte algunas anécdotas que me han pasado a lo largo de mi vida.
Yo nací un muy frío invierno en Barcelona. Vivíamos en un pequeño barrio bastante pobre, como la gente que vivía en él, pero los más pobres éramos mi familia y yo. Yo no lo recuerdo pero mis padres dicen que de pequeño era un trasto, siempre me portaba mal y no hacía caso de nada. Cuando crecí un poco más quería salir con los chicos y chicas del barrio, pero allí había muy pocos niños y los pocos que habían nunca se juntaban conmigo. Yo era un chico bajito y tenía muy mal aspecto, seguro que por eso nadie se quería juntar conmigo, ¿quien va a querer juntarse con el chico más pobre y más sucio del barrio?
Como yo siempre estaba solo y veía a los demás niños jugar juntos, dándose besitos y reírse de mí, empecé a tener envidia y asco a la vez. Entonces esos niños fueron las primeras víctimas de mis macabras travesuras. Poco a poco eso fue a más. Esas travesuras también empecé a hacerlas en el colegio, a todos mis compañeros y a algunos profesores. A pesar de ser uno de los más bajitos y de los menos fuertes de mi clase, todos me tenían miedo y respeto por si les humillaba con alguna jugarreta.
Esto empezó a ser un problema incluso para mis padres, les tenía muy preocupados y muchas veces tenían que pagar cosas que yo había roto en el colegio, y con el poco dinero que teníamos no venía muy bien. Casi todos los días el director le enviaba cartas a mis padres sobre mi mal comportamiento y ya estaba muy cansado. n día el director no aguantó más y lo vi más cabreado que nunca y me dijo que estaba expulsado del centro. Esto coincidió con la expulsión de mi padre del trabajo. Decidimos mudarnos a un pueblo llamado Alcázar de San Juan, a un piso que mis abuelos nos prestaron.
En mi nuevo colegio yo seguía haciendo lo mismo que en el antiguo, pero esta vez era diferente. En el otro colegio todos me tenían miedo, pero en este la gente no era así. Cuando les hacía alguna travesura, ellos se vengaban y me la devolvían y poco a poco tenía a todo el colegio contra mí. Todos me humillaban y me hacían sus jugarretas a mi y eso no me gustaba en absoluto.
Pensé entonces en como lo pasaban los chicos del otro colegio cuando yo les hacía eso y me sentí bastante mal. Entonces un día me dije que estaría un tiempo sin ser tan travieso. Y la verdad me sentí muy bien, hice amigos y la gente empezaba a juntarse conmigo. Desde entonces no hice más jugarretas. Parece mentira, pero sea casualidad o no, cuando empecé a comportarme bien mis padres encontraron trabajo. Ya no era el chico pobre y sucio que era antes. Ahora todo era mejor.
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